Hace unas semanas presentábamos varias novedades de nuestros cuentos de educación ambiental: El monstre del clavegueram y Betlem Petrie i el misteri de la Torre. El mismo día 29, por la mañana, en un curso que impartíamos en la Diputación de Valencia Herramientas de comunicación para la sostenibilidad, tratamos la relación con los libros y la teatralización con la comunicación ambiental y la sostenibilidad… fueron protagonistas los libros de La Dra. Residu, el álbum ilustrado ¿Para qué sirve un paraguas?, sobre la reutilización.
Acabamos satisfechos de ver como los alumnos y las alumnas participantes descubrieron y valoraron que el arte, la literatura y la lectura son una maravillosa combinación para la educación ambiental. Regresamos apresurados a la oficina por recomendación de la Diputación, pero no podíamos imaginar en ese momento cual sería nuestra situación 24 horas más tarde. Coches perdidos, casa inundada y, para el proyecto de la empresa y en particular de la editorial La Orquídea de Darwin, una tragedia. De las oficinas y el almacén solo quedan las paredes, arañadas por la persiana metálica al ser arrancada por la fuerza del agua. Las paredes, golpeadas por el agua y desconchadas por la humedad. El agua llegó hasta dos metros y medio calculamos.
Pero la parte más triste estaba en el almacén: materiales educativos, juegos, equipo de sonido y de luces para las actividades teatralizadas, escenografías, prismáticos, lupas binoculares, folletos… y, sobre todo, nuestros cuentos de educación ambiental yacían bajo lodo húmedo, como chocolate. No se salvó ni uno solo de los aproximadamente 9.000 libros y álbumes ilustrados.
La solidaridad de las personas voluntarias nos ayudó a vaciar oficina y almacén. Sin la colaboración de multitud de jóvenes y también personas más mayores, de bomberos de distintas ciudades, de grupos del ejército,… la tarea nos habría sobrepasado. Pero, lo más importante de la ayuda para retirar todo el material perdido fue trasladar los libros húmedos, sucios y arrugados, del almacén a la calle. Era la misma sensación de cuando tienes un pajarito muerto en la mano. El hecho de no tener que sacar personalmente todas las cajas repletas de libros, de las que rezumaba el barro fue un alivio, no por el esfuerzo físico que hubiese supuesto, sino por lo que dolía verlos así. Al día siguiente, la montaña ya no estaba.
PERO LOS LIBROS NO HAN MUERTO. Solo el papel impreso.
Los libros siguen en archivos en pdf, listos para volver a imprimir.
Aunque necesitaremos un poco de ayuda para ello.
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