Hace unas semanas leía un artículo de Kiera Vaclavik(1) sobre el temor de algunos progenitores a leer cuentos de miedo a sus hijos. Según indica, se sentía horrorizada al leer una encuesta que mostraba que más del 33% de los padres no incluyen este tipo de cuentos en sus lecturas. Comparto, como señala Kiera, que lo que es aterrador en un libro depende del punto de vista del lector, y de muchos elementos internos —menos evidentes— del propio relato.
Si revisamos cuentos clásicos como Alicia en el país de la maravillas, comprimida en la habitación o ante el gesto rudo de la reina —en las ilustraciones de John Tenniel—, no podemos evitar la sensación de claustrofobia e incomodidad que el niño puede sentir en algún caso. Otro clásico infantil, Babar, arranca con tiernas escenas de Babar con su madre. Durante un paseo un cazador la mata y el bebé llora y escapa. ¿Puede haber algo más horroroso para un niño que imaginar la pérdida de su madre? Hay mucho material oscuro en la literatura infantil.
Los miedos varían con el tiempo y con la cultura. A todos nos han gustado siempre las historias de terror. Y, tal como señala Kiera, «es importante que los niños encuentren material desafiante para enfrentar sus miedos y ansiedades». Así, pasar miedo y hasta horrorizarse envuelto en la literatura, puede ser una experiencia emocionante. Quién no ha ido al cine de joven, se lo ha pasado genial con una película de terror y por la noche todo eran sombras y sudor.
Por otra parte, cuando la lectura no es agradable, también tiene su utilidad. En la actual sociedad de la seguridad, donde sobreprotegemos a los niños, la lectura de terror y peligros pueden constituirse en recursos para afrontar problemas, miedos y traumas en la vida.
Está claro que para las familias, con la compleja vida actual, no es un gran aliciente llegar a casa y tratar con los pequeños asesinatos, oscuridad, terror y miedos. Parece que apetece más compartir una historia agradable antes de dormir. Incluso una historia «cursi». La autora del artículo señalaba que «debido a esto, cientos de libros anodinos están llenando las casas de familias nerviosas y frenéticas. Las editoriales avivan la ansiedad y el proteccionismo de los padres. Dejan de lado literatura difícil pero útil para la infancia». Los niños necesitan tener a su disposición todo tipo de libros, también aquellos que abordan y preparan para la vida.
Los niños tienen necesidad de libros que los padres no siempre pueden enfrentar.
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(1) profesora de Literatura y Cultura Infantil, de la Universidad Queen Mary de Londres.