¿Quién no guarda un bonito recuerdo de un baño en las aguas de un río? Bañarse en un río (en las zonas permitidas, desde luego) siempre tiene algo de aventura. Un río o un lago, aún en un pequeño tramo, ofrece unas posibilidades casi interminables de exploración. Y eso es lo que lo hace singular.

Bajamos al río por la ladera de la colina repleta de romero (Salvia rosmarinus), tomillo (Thymus vulgaris) y espino negro (Rhamnus lycioides) y, cuando llegamos a la ribera, otras plantas nuevas nos sorprenden: son las plantas acuáticas o palustres, viven muy cerca del agua y algunas dentro mismo del agua (son las plantas que los botánicos denominan macrófitos). Allí vemos unas matas de enea (Typha latifolia) con sus característicos cilindros oscuros en los extremos de los tallos (no son otra cosa que sus flores), más cerca viven los juncos (Juncus spp.) y si nos fijamos bien, podemos apreciar que hay más de una especie. A nuestra izquierda, dentro del agua un amplio grupo de Salicaria (Lytrhum salicaria) con sus llamativas flores de color rojo.

Con cuidado nos aproximamos a la orilla del río. Observamos. A la derecha casi se detiene el agua, hay un pequeño remanso y allí descubrimos una planta cuyas hojas flotan en el agua y sus tallos siempre están sumergidos, es la espiga de agua (Potamogenton natans). Aún vemos otra planta acuática que tiene las hojas redondeadas y muy pequeñas: la lenteja de agua (Lemma minor). Dicen que la absorción de nitratos por esta planta es formidable (lo cual es muy bueno) y sus raíces quedan libres, como nadando en la corriente.

Solamente hemos reparado en las plantas grandes, los macrofitos, las que se ven a simple vista y no nos hemos detenido a observar entre sus ramas: hubiéramos visto, arañas con su tela, coleópteros de élitros coloreados, mariposas revoloteando entre las flores, caballitos del diablo posados en sus ramas. Todo un mundo de vida inagotable.
Y no solo eso, si pudiéramos escudriñar entre sus tallos y raíces sumergidas, ese hábitat nos contaría toda otra historia. Es el mundo donde viven las larvas de los insectos acuáticos. Más de 30.000 especies de insectos son acuáticas y eso significa que parte de su ciclo vital lo pasan en el agua.

Como lo es Trico, el protagonista del cuento: Trico, la vida bajo el agua. Si pudiéramos acompañarle nos contaría mil aventuras durante todo el año que vive como larva acuática. Trico es una larva de tricóptero (un grupo de insectos con más de 15.000 especies) con la particularidad de que sus alas, cuando ya es adulto, están recubiertas de pequeños pelos. Pero cuando es una larva, y habita todavía bajo el agua, es aún más sorprendente: vive en una casita construida por él. Es el insecto albañil de la charca. Vive en el fondo, protegiéndose bajo las piedras y se alimenta de algas.

El cuento relata la historia de una amistad. Y su amigo, que es precisamente un predador (Anax, una larva de libélula), elige ser amigo de una pequeña larva que, como el cuento muestra, todavía no conoce los animales de la charca y sus posibles peligros. Ambos viajan, dan paseos por la charca, entre la vegetación acuática y de ribera y conocen muchos personajes: notonectas, caracoles, zapateros, escarabajos acuáticos, renacuajos. Toda esa vida en el ecosistema acuático le mostrará Anax a Trico, esforzándose por enseñarle quienes de ellos podrían entrañar un peligro para él.

Y el destino que les espera no es menos asombroso. Todas las larvas de insectos acuáticas, con unas formas parecidas a un gusano, experimentarán un cambio maravilloso, casi milagroso: pasarán a ser seres voladores. Se ocultarán entre la vegetación de ribera y volverán a reproducirse y generar de nuevo larvas acuáticas.

Los ríos esconden una biodiversidad extraordinaria y oculta que no llegamos a conocer.

Los ríos albergan historias increíbles.

Pero si partimos de lo más básico y pensamos en nuestra relación con los ríos, aún se engrandece más esta historia. Pensemos solo en un aspecto: ¿cuál es el nutriente humano que se hace imprescindible? Justo. El agua, la mitad del contenido de nuestro cuerpo es agua.

Ahora nos explicamos que las grandes ciudades de la historia e incluso las grandes civilizaciones han crecido y desarrollado al lado de los ríos. Todas. Sin excepción. El río Éufrates, cobijó a la civilización sumeria y babilónica. El Nilo a la egipcia. El río Amarillo a la China y el Indo a la antigua y avanzada civilización del valle del Indo. Luego a lo largo de su recorrido fueron emergiendo y asentándose las ciudades. También en Europa, lo mismo en España, Sevilla, Madrid, Valencia, Toledo… siempre a los márgenes del río dador de vida.

Hoy a los ríos seguimos utilizándolos para proveernos de agua potable —imprescindible— y para el riego de nuestros campos y, desde que se inventaron las turbinas, también para generar energía eléctrica.

Los ríos son nuestra vida.

Los nutrientes que transportan sus aguas dan vida a los ecosistemas, y cuando encuentran un suelo impermeable se acumula el agua y forma humedales, terrenos encharcados que se convierten en un nuevo hogar para un sinfín de seres vivos.

Cuando uno piensa en todo esto siente un ancestral impulso de reverenciar a los ríos. Por eso duele escuchar noticias sobre contaminación en sus aguas. También lamentas cuando oyes que alguna especie invasora, vegetal o animal, está acabando con alguna especie autóctona ¡y hay tantos ejemplos! Y por eso aflige leer sucesos de vertidos contaminantes a los ríos. También Trico sufre una agresión en su charca porque, debido a una negligencia, el agua se contamina. Trico sufre en su cuerpo los efectos de ese tóxico y a punto de perecer, el valor de la amistad vuelve a ponerse de manifiesto. Su amigo Anax, que ya es una gran libélula voladora, Anax imperator, tratará por todos los medios de salvarle. ¿Lo conseguirá?

En la vida real no son raros los episodios de contaminación. Por eso es necesario ser activos en velar por la conservación y la recuperación de los ecosistemas interiores de agua dulce. Si lo hacemos, estaremos contribuyendo ¡nada menos! que a la conservación de la biodiversidad. Y no cabe duda de que el conocimiento de estos ecosistemas de agua dulce, su flora y su fauna y los delicados equilibrios que ahí existen, se convierte en pilar fundamental para su conservación.
Pronto será primavera. Las plantas de ribera comenzarán a florecer y los ríos seguirán ahí, esperando que descubramos sus más secretas historias.

Juan Pedro Fernández Romero

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