Los educadores ambientales trabajamos con diferentes recursos, y la literatura infantil debería considerarse como una gran herramienta por sus potencialidades —usos de personajes como modelos, creadora de metáforas, propiciadora de la imaginación y constructora de escenarios diversos, asociada a la diversión, ilimitada en sus propuestas… —.
Pero para abordar los temas curriculares y cualquier otra actividad transversal, los profesores y las profesoras deben valorar los textos y los contenidos, aprovechar los libros que contienen materiales y elementos que pueden orientar las acciones de educación ambiental. En otras palabras, la actividad educativa, desde la perspectiva de la literatura ambientalista, debe ayudar a conocer los ecosistemas naturales y antrópicos, a descubrir la problemática ambiental, la causa de los problemas, nuestro papel en los mismos, y promover la acción de cambio para la solución. Leer, y jugar en torno a la lectura, debe llevar a la reflexión y la adquisición de valores, actitudes y aptitudes que orientes al alumnado hacia la calidad de vida.
Es importante que los docentes, o las familias, tengan una idea general del medio ambiente, los elementos que lo conforman, sus límites, el uso que hacemos de ellos desde el modelo de consumo, los problemas de agotamiento y contaminación, las relaciones que existen entre ellos y la necesidad de participar en la solución. También haciendo una reflexión sobre los límites entre nivel de vida y calidad de vida. A partir de aquí podremos aprovechar la literatura general existente para trabajar conceptos ambientales, o recurrir a los textos específicos de literatura, cuentos e incluso álbumes ilustrados —que aunque escasos existen— para la educación ambiental.
En educación ambiental el medio ambiente, los elementos que lo conforman, las relaciones entre ellos y los valores, son los vehículos para el aprendizaje. El medio ambiente es el lugar donde vivimos, convivimos con otras personas y otros seres vivos, donde obtenemos recursos. La educación ambiental propicia la sensibilidad y el conocimiento de las relaciones complejas entre naturaleza y sociedad. La educación ambiental puede utilizar diversos recursos para el aprendizaje, y como hemos señalado, la literatura infantil puede contribuir de forma importante.
En los centros educativos los libros son protagonistas, son una herramienta útil y necesaria. La lectura es básica para el aprendizaje, pero también son promotores de la cultura y el conocimiento, para la comunicación y el contacto con el entorno, con el mundo en que vivimos y el descubrimiento de la diversidad y de su necesidad. La literatura es un diálogo, que incorpora esa diversidad, por lo que dice el narrador y los personajes, y porque el alumno que lee habla con la obra literaria o el cuento de educación ambiental, discute o afianza pensamientos, identificándose con los hechos narrados y conduce al desarrollo emocional y ético.
Imagen: experiencia en el entorno forestal asociada al cuento El arbolito que quería crecer (Foto: Natura y Cultura).
Para que estos procesos se den, la conexión entre el libros infantiles y la lectora o lector, el profesorado debe servir de refuerzo, haciendo que se comparta la lectura, que sean espacios de diversión y de juego productivo, conectando con el entorno y la realidad, planteando puestas en común, conclusiones y valoraciones. Leer y disfrutar de la lectura debe vincularse al compartir, al igual que ocurre con cualquier otra experiencia que nos satisface.
La literatura infantil en la escuela —y también en casa— será importante cuando profesores y familias, seleccionen libros o álbumes ilustrados con contenidos; y los utilicen como elementos educativos para crear lazos con el medio ambiente, para favorecer actitudes responsables y orientadas conservar el planeta, sus ecosistemas y promover una vida digna de las personas. Al fin y al cabo, la literatura infantil un puente para conectar con la vida.
