Leo Lionni (1910 – 1999), nació en Ámsterdam cerca del museo Van Gogh. Desde su infancia estuvo relacionado con el mundo del arte. Leonni tenía otra pasión: los animales de su terrario; los cuidaba y le gustaba observarlos, jugar con ellos y formar parte de la naturaleza que le rodeaba. Los animales, las plantas y la naturaleza están presentes en sus obras.
«Cuando yo era un niño, era coleccionista apasionado de pequeños animales, sobre todo de reptiles. Los guardaba dentro de un terrario que tenía paredes de vidrio donde, con una mezcla de orden y azar, arreglaba arena y piedras, musgos y helechos, para simular un hábitat natural. Con un impresionante sentido recuerdo sus formas, colores y olores, y por supuesto la sorprendente sensación de frío al tacto de los cuerpos resbaladizos de ranas y salamandras, el ritmo rápido de sus pequeños corazones latientes».

Imagen: ilustración de Alexander y el ratón de cuerda (Foto Natura y Cultura, colección La Orquídea de Darwin).
Su primer libro para niños lo publicó en 1959, cuando tenía 49 años. Fue Pequeño azul y pequeño amarillo. Se le ocurrió al inventar una historia, rompiendo trozos de papel de colores, para entretener a sus nietos durante un largo viaje en tren. Aquí coincide con otros autores y libros importantes, se crearon de casualidad para algún niño. Este libro es un clásico y uno de los pioneros como álbum ilustrado.
En sus libros infantiles utilizaba una técnica sencilla, mediante manchas de color y el collage —fue el primero en utilizar esta técnica en libros infantiles—. Compone relatos de los que se puede aprender sobre la naturaleza y sobre la vida. Trabajando en profundidad los contenidos y la método para llegar al público infantil. Algo que consideraba laborioso.
«las energías requeridas al artista para un público infantil no difieren en absoluto de los esfuerzos dirigidos al público adulto. Si en el adulto que crea subyace la memoria del niño que se sorprende frente al mundo, tampoco los niños son seres tan diferentes y exóticos. De este modo podemos suponer, no existiría una brecha insalvable entre niños y adultos, sino por el contrario la gozosa posibilidad de comunicarse entre sí a través del arte».

Imagen: ilustración del álbum Pulgada a pulgada, 1960, Astor – Obolensky, New York (Foto Natura y Cultura, colección La Orquídea de Darwin).
El libro Pulgada a pulgada (1960), desarrollado mediante la técnica del collage, que ganó el Caldecott Honor Book en 1961. El texto es breve y preciso y se complementa con ilustraciones magníficas. Es una historia sencilla que nos da a conocer el mundo animal, su comportamiento y los principios de las redes de alimentación en los ecosistemas. También un buen recurso para trabajar la diversidad faunística (petirrojo, flamenco, tucán…), con sus formas, tamaños y colores. Todo a través de una «oruga medidora», una larva de noctuido (mariposa), que finalmente escapa de ser predada. Es en sí un libro muy aconsejable para actividades de educación ambiental con grupos de infantil y primeros ciclos de primaria.
En algunas entrevistas Lionni afirmó que escribir historias para los pequeños resultaba un ejercicio evocador de la infancia que tanto disfrutó. Regresaban al presente recuerdos y sentimientos de su infancia. Así, señalaba, sus trabajos no buscaban dejar una «moraleja» o «enseñanza», su el objeto es que los niños se identifiquen con el mundo interno de los libros y ofrecerles alternativas posibles a esos mundos.